Se dice que San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó un hacha y cortó un árbol que representaba al Yggdrasil (aunque también pudo ser un árbol consagrado a Thor), y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas.

En Argentina, el 8 de diciembre la gran mayoría de las familias de todo el país se despiertan con un claro objetivo en mente. Desentierran de algún rincón sombrío del hogar aquella caja -a veces un poco destruida por los años- llena de polvo que contiene el adorno más importante de la temporada navideña. Resurge el árbol de plástico, a veces blanco, pero en general verde y comienza su armado. Las borlas, las guirnaldas, las lucecitas y esos adornitos tan especiales con significados específicos. Para coronar la obra maestra: la estrella de Belén.

Esta tradición se instaló en la Argentina dos siglos atrás. El primer árbol data de 1807 y fue erigido por un inmigrante irlandés en un plaza pública. Decoró este pino tan especial como había aprendido en su país de origen.

 Todo parece comenzar con los celtas, que en esta fecha celebraban el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad, adorado y venerado por toda esta cultura el 8 de diciembre de cada año. Con la expansión del cristianismo, esta tradición «pagana» se utilizó para festejar la fecha del nacimiento de Cristo.

El árbol aquí funcionó como una representación del amor de Dios y la vida eterna. La forma triangular simbolizaba a la Santísima Trinidad, y las bolas de colores que se cuelgan en sus ramas conjugan la familiar imagen de la manzana prohibida que desencadenó la expulsión de Adán y Eva del paraíso.

Las luces blancas o de colores, un adorno casi indispensable, representan las velas y la unión entre familias.

También se dice que Martín Lutero, uno de los padres de la reforma, fue el artífice de la instauración del árbol de Navidad como tradición. Hacia 1500 buscó reproducir una escena en su vida diaria.

Caminaba en un bosque y se asombró por cómo el brillo de las estrellas resplandecía en los árboles. A tal punto fue su fascinación que cortó una de las ramas y la atesoró en su casa.

Pero las teorías no acaban con Lutero. El 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX advirtió que, al momento de nacer la virgen María, fue preservada del pecado original. Por ese motivo, la fecha fue proclamada como el Día de la Virgen Inmaculada Concepción, que coincide con el armado del árbol navideño.

 

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