TRES HISTORIAS DE SUPERACIÓN EN EL HOSPITAL PROVINCIAL  REENCUENTRO

¿Qué tienen en común un empleado administrativo de 44 años, una joven de 24 que quiere ser enfermera y un chico de 20 al que le gusta la literatura? Aunque pareciera que poco, los unen varias experiencias: los tres concurren al hospital provincial “Reencuentro” de La Plata, los tres dejaron atrás un tiempo en el que solo vivían para consumir drogas y alcohol y ninguno quiere volver a ese pasado.

Hoy en la Casa de Día del hospital público Reencuentro, que depende del ministerio de Salud bonaerense, asisten a unas 22 personas de entre 16 y 60 años que se encuentran en recuperación por adicciones o como lo llaman los especialistas: “consumo problemático de sustancias”. “En rigor, la mayoría viene por policonsumo, es decir, combinan alcohol, tabaco, marihuana, cocaína y/o psicofármacos”, explica la psiquiatra Marisol Amoreo.

Ella y el psicólogo Genaro Fernández Greco coinciden: en los últimos años les llama la atención  “la naturalización y alta tolerancia social” frente al consumo de marihuana y de algunos psicofármacos como las benzodiacepinas, al punto que suelen ser ofrecidas a los adolescentes por sus propios padres frente a una situación de ansiedad, miedo o nerviosismo.

A la Casa de Día llegan las personas derivadas desde los consultorios externos del hospital Reencuentro, pero también de clínicas privadas y comunidades terapéuticas públicas. En el inicio del tratamiento entran a las 8 de la mañana y hacen actividades hasta las 5 de la tarde. Porque además de la clásica psicoterapia individual y grupal, suman talleres de huerta, literatura, manualidades y grupos de conversación y autoayuda. No son estrictos y, en este punto, los concurrentes coinciden: “Acá nadie te obliga a nada, vos te sumas si querés, y esa libertad ayuda para avanzar y no dejar el tratamiento”.

La casona donde funciona queda en la calle 64 entre 5 y 6 de La Plata. Se ingresa a un garaje y luego se entra al comedor largo que tiene los consultorios a la izquierda. Atrás, está la cocina. Es media mañana así que varias personas van y vienen mientras preparan unos tallarines. Después viene el patio, con una parra que da sombra sobre un grupo de tres hombres que toman mate, y en el fondo del todo está la huerta donde algunos escarban la tierra sobre la que crecen lechugas.

LOS RELATOS

Un hogar, una pareja, un trabajo estable, amigos y un emprendimiento. Todo eso había conseguido Alejandro Scarsietti a sus 36 años. Pero algo salió mal, la apuesta económica para crear una empresa familiar se vino abajo y con ella el futuro y sus relaciones más cercanas. Se sintió tan frustrado que empezó a beber.

Tomaba desde que se despertaba, al mediodía, “hasta cuando me daba el cuerpo”. Después de unos años quedó, literalmente, en la calle. “Perdía el conocimiento, no sabía qué hora ni qué día era”, recuerda reflexivo y apunta: “Se me alejó todo el mundo, imaginate…”. En más de un intento de dejar fracasó y lo tuvieron que internar dos veces.

Calcula que tomaba 3 o 4 botellas de whisky por día: “Compraba una, me la tomaba y tenía que ir enseguida por otra, no podía pensar que me faltaba. Entonces, después de la segunda, me dormía un rato y cuando me despertaba empezaba a pensar cómo conseguir otra”. Una rutina circular, monótona a la se sumaba el malestar de dormir a la intemperie, la resaca y la soledad. En los escasos momentos de lucidez, empezó a vislumbrar la necesidad de un cambio. Este mes, a sus 44, comenzó a estudiar para ser radiólogo. Hoy hace 4 años que no consume.

En palabras de Evelin- que prefiere no salir en la foto y mantener en reserva su apellido-, en el consumo buscaba “una anestesia para mis sentimientos: no sentir, no pensar, no afrontar, meterme en mi burbuja”. Lo que no quería ni podía encarar a sus 20 años era la muerte de un familiar muy querido y la separación de su novio.

Empezó a salir de noche con varones de su edad, a fumar marihuana y a tomar alcohol. Se aburrió rápido del porro y la cerveza, entonces sumó las pastillas y la cocaína, justo lo que le faltaba para dejar de estudiar. En diciembre de 2015, con 23 años, un día de hartazgo después de tomar se dijo que estaba “sola, perdida y arrepentida de casi todo lo que había hecho en los últimos tres años”. Ahí recurrió a su papá y comenzó a tratarse. Hubo psicológo y granja con dos meses de aislamiento.

Cuando logró lo que ella llama “la desintoxicación” cayó en una depresión profunda: “Tuve varios intentos de suicidio y en el último terminé internada en el hospital de Romero un mes y medio. Cuando salí me recomendaron venir acá, al hospital de Día del Reencuentro y ahora estoy mucho mejor”, cuenta Evelin sonriente ¿Cómo lo logró? De a poco, al principio reaprendió a tener nuevas rutinas y a cumplir horarios. Hace algunas semanas inició la carrera de enfermería. Sintió un cosquilleo especial al verse de nuevo sentada en un aula, prestando atención a un profesor con verdadero interés: “¿Sabés por qué elegí esta carrera? Cuando estuve internada en Romero entendí lo valioso que es ése trabajo”. Hoy hace un año y medio que no consume.

Para Carlos Amado todo empezó como una travesura que terminó en la comisaría. Tenía apenas 12 años y ya fumaba marihuana y tomaba alcohol a escondidas “para hacerme el grande, para entrar en un grupo”. Ahora tiene 20 y empezó a estudiar Letras en la UNLP. Está leyendo “El juguete rabioso” de Roberto Arlt que le parece “alucinante”. Se acuerda que cuando iba al secundario “con un compañero del Normal 3 con el que estábamos en la misma, consumíamos adentro y afuera del colegio, todo el tiempo”. Confiesa que aún recuerda placeres que le daban las drogas, pero decidió cortar porque “llegué a un punto de conductas extrañas, comportamientos psicóticos, nunca muy violentos pero, por ejemplo, robé, me detuvieron y hoy tengo un problema legal”.

No fue al hospital por propia voluntad, fue su madre la que lo obligó y él hizo lo imposible por zafar, pero ahora, asegura, va con ganas porque se le despertó un “sentimiento de pertenencia” y la necesidad de concurrir a ese espacio para “pensar en mis cosas”. Cuando recuerda el consumo dice: “En cierta forma extraño esa época, pero ya pasó. Es hora de hacer otra cosa, si no – advierte-, me puedo quedar estancado ahí, toda la vida”. Hace un año que no consume.

LÍNEA Y SERVICIOS GRATUITOS

La ministra de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Zulma Ortiz, celebró el «enorme esfuerzo que se hace en el hospital Reencuentro» y agregó que “durante el año pasado unas 10.500 personas recurrieron a los servicios públicos bonaerenses para consultar y asistirse por algún uso problemático de sustancias”.  Hizo hincapié en que la cartera a su cargo “cuenta con una línea gratuita donde cualquier persona puede pedir orientación sobre adicciones: el 0800-222 5462″.

La cartera sanitaria bonaerense  cuenta con más de 100 efectores para atender adicciones, 70 son Centros de Prevención y Atención (CPA), 67 son consultorios externos y 6 son centros con internación.

 

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