Juego y movimiento: se conjugan en presente

El juego es un derecho de la infancia, pero sobre todas las cosas, es el motor de una vida saludable y de crecimiento integral. Al sumarle movimiento, se potencian sus beneficios. El 28 de mayo se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Juego.

“Juego, movimiento e infancia se suman y de alguna manera se conjugan. Es decir, un niño es niño si puede jugar, y puede jugar si puede moverse. Esto ya abre un montón de oportunidades. No es juego quedarse quieto frente a una pantalla es un tipo de juego sedentario y limitado. Puede ser divertido, puede ser interesante, pero el juego necesita condiciones particulares de placer, aventura, descubrimiento y riesgo. Esto está conectado con el movimiento, que es una de las condiciones más problemáticas para los niños, que no pueden salir de casa sin adultos. Y con un adulto que me acompaña yo no puedo jugar, porque el juego necesita no sólo movimiento, sino también libertad. Es decir, necesita un movimiento libre y esto es una de las experiencias básicas de la infancia”, describe el pedagogo italiano Francesco Tonucci.

Jugar es tan vital para los niños y niñas como comer o respirar. Además de felicidad y diversión, al hacerlo se desarrollan capacidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales. La calidad de vida de los niños y niñas, en su presente y futuro, depende en gran medida de las posibilidades de jugar. Y si al juego se le suma el movimiento, los beneficios crecen aún más. Juego y movimiento son grandes aliados para el desarrollo armónico de los más chicos. Por ejemplo, trepar montañas de tierra, saltar la soga, dar paseos en bicicleta, son experiencias únicas y pilares imbatibles para un crecimiento saludable.

Se trata de una herramienta que contribuye a profundizar relaciones con otras personas; fomenta la comunicación y los talentos; estimula la imaginación y la creatividad, y potencia los modos de vincularse con el mundo y las emociones. También es educativa, porque aporta conocimientos.

Con la actividad lúdica, de grandes serán personas con mayor salud física y mental. Incluso, serán hacedores de una sociedad mejor, por las competencias colectivas y valores positivos que el juego promueve.

Cuestión de derechos
Se sabe que el juego es uno de los derechos fundamentales de la infancia. Lo establece la Convención Internacional de los Derechos del Niño, aprobada en 1989 y a la cual adhiere la gran mayoría de los países. Su artículo 31 dice que “los Estados partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes”. Por eso, cada 28 de mayo se celebra el Día Internacional del Juego, para concientizar sobre sus características como actividad saludable y placentera.

En general, la desigualdad de oportunidades en el pleno ejercicio de este derecho está sujeta a las diferencias socio-económicas de los niños y niñas. Aquellos que pertenecen a sectores sociales más vulnerables tienen menos posibilidades de acceder a ofertas culturales y recreativas. En ese sentido, los Estados pueden encontrar en el juego y la vida activa un vehículo para la inclusión social, a través de políticas públicas que fomenten situaciones lúdicas y espacios públicos propicios para jugar, diseñados de acuerdo a las necesidades de la infancia.

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A jugar se aprende
Los padres tienden a considerar al juego como algo poco útil y llenan la agenda de sus hijos con actividades extraescolares como el aprendizaje de idiomas, música o deportes. Sin embargo, jugar no tiene que ser una actividad que quede relegada como un momento para “perder el tiempo”, y mucho menos, prohibir el juego como castigo.

A jugar se aprende, y los adultos tienen la responsabilidad de transmitir su cultura. También, es clave que sepan de qué modo acompañar estas oportunidades de diversión. Una de sus tareas es generar espacios y tiempos para que se dé el juego, pero permitiendo que los niños y niñas puedan hacerlo con libertad. El rol de los grandes es el de guiar, proponer o mediar en caso de desencuentros.

El universo lúdico tiene una gran variedad y riqueza, que depende de los contextos socioculturales e históricos en los que se desarrolle. Por eso, lo más importante es habilitar tiempos y espacios desde chiquitos para “jugar por jugar”: Una oportunidad para explorar, descubrir, experimentar, probar, inventar, crear, negociar, palpar, en suma, los bordes del riesgo controlado, con la inocente desfachatez que habilita la sensación de estar participando de un acto «inútil», donde lo verosímil tiene prioridad sobre lo verídico. Si las oportunidades aparecen desde la primera infancia, entre juegos con murmullos, gestos, mordiscos, risas y besos, los chicos irán incorporando herramientas para construir su propia confianza y carácter, explica el docente y especialista en juego, Víctor Pavía.

Tecnología y Movimiento
Los estilos de vida activa también se construyen durante la niñez. El comportamiento activo o sedentario incorporado en los primeros años de vida tiene altas probabilidades de sostenerse como hábito en el futuro. Entonces, promover el movimiento se convierte en una misión fundamental en la infancia. Más aún en tiempos donde el uso de nuevas tecnologías avanza entre las actividades preferidas de niños y niñas, desplazando los juegos activos y aumentando las prácticas sedentarias.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo recomendable es que los niños, niñas y adolescentes realicen actividades físicas en forma de juegos, deportes, desplazamientos, actividades recreativas o educación física, todos los días al menos unos 30 minutos.

En Argentina, según datos del Boletín del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, titulado “Insuficiente actividad física en la infancia”, el 45,4% de la niñez y adolescencia urbana no alcanza los niveles recomendados de actividad física.

Movimiento, por supuesto, no es sinónimo exclusivo de práctica deportiva. Por ejemplo, una forma de impulsar la actividad física es ir a la escuela en bicicleta o caminando, jugar en el patio, la vereda o la plaza.

Con el movimiento y la vida activa, como prácticas cotidianas, llegan con el tiempo múltiples beneficios para la salud:
Contribuye a mejorar el Índice de Masa Corporal y reduce los riesgos de enfermedades no transmisibles, como la obesidad;
Mantiene la tensión arterial en valores normales;
Alienta la autoestima y autoconfianza, y mejora las relaciones interpersonales;
Disminuye los trastornos relacionados con la imagen corporal, y controla la ansiedad y depresión;
Fortalece la tendencia saludable de los hábitos, como disminuir el consumo de tabaco, alcohol o drogas;
Induce a una mayor creatividad en los juegos.
Ayuda a controlar y prevenir enfermedades cardiovasculares, óseas, diabetes, y algunos tipos de cáncer -como el de mamas-.

En general, en las infancias argentinas existe un déficit de juego activo. Los datos arrojados por el Boletín del Barómetro en 2013 indican el 46,3% en niños entre 5 y 10 años, y el 54.1% en chicos de 11 a 13. Por otro lado, estima que aproximadamente el 52,8% de los chicos/as entre 5 y 17 años dedicó menos de 40 minutos diarios, en promedio, a jugar al aire libre: correr, trepar, andar en bicicleta y patines. En nuestro país, salir a jugar al espacio público está asociado a los amigos. Los niños y niñas que no frecuentan con pares suelen salir menos a jugar a plazas, por ejemplo. En este punto, la apropiación del espacio barrial y las amistades creadas allí son claves para jugar fuera de casa.

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Escuelas en movimiento
El Grupo Arcor, en el marco de su Política de Sustentabilidad, implementa el Primer Programa Corporativo Regional llamado “Escuela en Movimiento”. Se lleva a cabo en Argentina y Chile, a través de Fundación Arcor, y en Brasil por medio del Instituto Arcor. Acompaña proyectos de escuelas primarias públicas que promuevan el juego, el movimiento y la vida activa.
“El juego es una oportunidad para explorar, descubrir, experimentar, probar, inventar, crear, negociar, palpar, en suma, los bordes del riesgo controlado” (Víctor Pavía).
¿Dónde juegan los niños?
Jugar es posible en cualquier lado, al aire libre o en el interior de la casa.

El informe de 2009 del Barómetro señala que el principal espacio donde juegan los niños menores a 5 años es el hogar, en el 99,3%.

Las oportunidades de ejercer este derecho dependen de los espacios sociales y temporales que los chicos y chicas circulan. El principal espacio de socialización de las infancias es la escuela, donde pasan varias horas de su vida. Allí la recreación tiene lugar, sin embargo, surgen más posibilidades de juego espontáneo en los traslados hacia la institución educativa. En esos recorridos, interactúan con sus pares y desarrollan habilidades sociales y aptitudes físicas. Según el Boletín del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia Derecho al juego. Entre el tiempo escolar, los amigos y el espacio público, en la Argentina urbana, el 57% de los niños y niñas va de su casa a la escuela caminando, y un 3% en bicicleta.

Por otro lado, los espacios públicos barriales, como plazas, parques, y campitos, son otra oportunidad para el juego activo y el vínculo con amigos. En estos lugares, en general, surgen juegos colectivos, donde predominan actividades físicas, como la pelota o la mancha. El 42% de los niños/as entre 5 y 12 años juega al aire libre menos de 3 veces por semana.
RECUADRO
Juegos y juguetes
Hay juegos individuales y grupales, algunos son intelectuales y otros, requieren compromiso corporal y motriz. Por supuesto, las opciones varían de acuerdo al escenario elegido para hacerlo:
En casa: La escondida, búsqueda del tesoro, dígalo con mímica.
En la vereda: El elástico, el patrón de la vereda, rayuela, barquitos de papel.
En la plaza o parque: Juegos con pelota, Martín pescador, andar en bicicleta, remontar barriletes.
En el mundo de los juguetes, hay un amplio catálogo de posibilidades. Van desde los tradicionales, como las muñecas o las bolitas, a los que surgen de materiales de descarte, como maderas, cartones, botellas y telas. Están los aparatos fijos, hamacas, toboganes, trepadores, arenero; y los móviles, como triciclos, andadores, bicicletas.
Ante el avance de los juegos tecnológicos es importante mantener el equilibrio entre los espacios y tiempos para que los chicos puedan apropiarse de modos lúdicos saludables.
Fuente : Fundación Arcor

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