Un viaje desde las promesas de campaña… hacia la construcción de ciudadanía.
Por Fernando Ariel Raffaelli*

En estos días se definirán cuestiones muy importantes para nuestro país. Se conformaran de a poco las diferentes listas que se disputaran un lugar en la elección nacional, en las que las nuevas clases dirigentes puedan delinear aquellas pautas fundamentales para el desarrollo del Estado.
La idea de este artículo, es comenzar a pensar entre todos, en este momento tan importante para la historia de nuestro país, el camino a seguir. Sin dudas no se trata de una elección más, sino que de nosotros -como pueblo- dependerán los modos en que se implementen los diferentes modelos políticos actuales. En el marco de innumerables denuncias públicas que complican a diferentes funcionarios del gobierno en delitos de corrupción y enriquecimiento ilícito (que más allá de las discrepancias que puedan existir sobre el valor o no de las mismas, de si están sustentadas en pruebas fehacientes que demuestren la veracidad de las causas -y a que van destinadas-, es la justicia la que deberá investigar sobre estos temas); de las disputas públicas en diferentes medios de comunicación sobre los perfiles políticos e ideológicos de cada candidato -en las que poco se escucha hablar de propuestas-, del aglomerado de políticos que muchas veces –con sus discursos- confunden más al electorado de lo que les esclarecen el camino; nosotros -como ciudadanos- deberemos tomar en nuestras manos un rol social fundamental, en el que definamos: ¿Quién nos gobernara? ¿De qué manera? y ¿Con que propuestas?
El valor de un pueblo, radica en la importancia que el mismo le brinda al cuidado y respeto de las diferencias, de cada sector que lo integra, de todo sujeto que debe proyectarse en ese territorio para alcanzar un mejor estatus de vida. Al cuidar y ser cuidados, cada miembro de nuestra comunidad podrá sentirse participe de este hermoso territorio nacional. Así como dentro de las comunidades aborígenes la locura no era pensada como un hecho fortuito, como algo ajeno a las responsabilidades y alcances del accionar de ese grupo -por lo que se repensaban continuamente como sociedad, buscando cambios profundos que impidieran su avance-, todo lo que hacemos -y permitimos- como pueblo, sin dudas, tiene sus consecuencias próximas. O acaso, “un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia”, y con ello me refiero a toda nuestra historia y no a la que algunos han ficcionado a partir de esta.
Gobernar en el consenso es sin dudas mucho más fácil, que planificar en el discenso, entendiendo y respetando cada postura, favoreciendo y colaborando con el desarrollo de los diferentes sectores, para la integración nacional. No se trata de buscar aliados o arrasar con quien puede sentir algo diferente, sino que el objetivo principal de toda propuesta política debe apuntar a capitalizar los logros obtenidos hasta el momento como sociedad, reflexionar sobre las demandas imperantes de cada sector en particular, y trabajar para la construcción de un proyecto común de país donde se respeten todas estas cuestiones -que no son pocas-.
En este sentido, nuestros nuevos gobernantes se encontraran con ese gran desafío de poder entender a cada grupo, de responder a cada inquietud, de favorecer espacios de participación y reflexión donde se intente buscar “lo mejor para todos”. Generar un clima en el que podamos debatir las ideas, aceptando lo diferente e intentando analizar cada postura. ¿No es esta la esencia de la democracia?, ¿No es esto lo que han intentado lograr los grandes exponentes de nuestra historia política? Desde José de San Martin, Manuel Belgrano y Faustino Sarmiento, hasta Arturo Fondizi, Arturo Illia y Juan Domingo Perón -y… ¿Porque no Eva Duarte?-, grandes estadistas que intentaron pensar a nuestro país de manera diferente, logrando insertar a la Argentina dentro de propuestas nacionalistas que entendieran y respetaran a cada sector, que favorecieran su desarrollo y que lograran un sentimiento común de Nación.
Nuestro pueblo no solamente tiene que desplegar acciones tendientes a desligar responsabilidades sobre “lo que nos pasa”, fundamentando esto en que nuestros representantes son los que deberían hacer lo mejor por nosotros -porque ese es su trabajo-. Sino que nuestro compromiso ciudadano está sujeto a que podamos vigilar el accionar ético y moral de nuestros dirigentes, exigir el cumplimiento de sus promesas de campaña, participar dentro de ámbitos de debate público de ideas, y sobre todo empezar a comprometernos con un país que para trascender su estado actual necesitara -siempre- del compromiso de todos.

*Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Actualmente se desempeña profesionalmente en el ámbito público y privado. Ha realizado diferentes trabajos de investigación en el campo comunitario con la Psicóloga Laura Arocena, en el marco de la Facultad de Psicología de la UNR. También se desempeña en la actividad docente, en diferentes niveles de la educación formal.

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